El
espíritu con que el gobierno afrontaba la jornada de huelga general de
ayer se vislumbra claramente con los portavoces elegidos para dar a
conocer sus puntos de vista: la directora general de Política Interior,
leía ante los medios comunicados redactados por otros en los que
resaltaba "la normalidad" y subía, cada ciertas
horas, el número de trabajadores detenidos, que a última hora de la
noche ya sumaban 142.
Ningún empresario ha sido detenido por impedir el derecho a la huelga. Reducirlo a un problema de orden público: esa es habitualmente la consigna con que el Ejecutivo del PP afronta cualquier protesta contra sus recortes, y la huelga general de ayer no iba a ser una excepción. No sorprendió a nadie el silencio de Mariano Rajoy.
El presidente, ya se sabe, si no es de fútbol o ciclismo, no suele tener nada interesante que contar y ayer no rompió su costumbre y se guardó sus opiniones sobre la monumental protesta con que el país contestaba a sus recortes. Tampoco fue una sorpresa que el ministro Luis de Guindos, en lugar de explicar por qué no ha conseguido absolutamente ninguno de los objetivos con que viajaba al Ecofin de ayer, se limitase a suscribir que la huelga no era el camino para resolver los problemas de nuestro país. Desde luego, los sindicatos no pretendían con el paro general de ayer solucionar la crisis económica. Pretendían, y lo consiguieron ampliamente, mostrar le profundo rechazo a las medidas adoptadas por el Gobierno que, además de no resolver la crisis, la agravan y se la hacen pagar a quienes no tienen la culpa y son los más débiles. Por desaparición pública de todos los primeros espadas del Gobierno, la tarea de intentar transformar un paro masivo en una pequeña algarada correspondió a Cristina Díaz. La directora general de Política Interior repitió, a lo largo de la jornada, como un ‘mantra’ no del todo bien aprendido, que no existían incidentes reseñables y que los servicios mínimos se cumplían con normalidad. Pero a cada nueva comparecencia, elevaba en unas decenas la cifra de trabajadores detenidos, que, a última hora de ayer, y después de que pequeños grupos radicales protagonizasen algunos disturbios tras las concentraciones sindicales, se situaba en 142 detenidos, Sin embargo, y pese a las reiteradas denuncias sindicales de coacción a los trabajadores, impidiendo el libre ejercicio del derecho de huelga, no consta que la policía haya efectuado ninguna detención, ni tan siquiera ha exigido la documentación a ningún empresario de los cientos que ayer, por diferentes métodos y amenazas, impidió que sus trabajadores secundasen la huelga.
Ningún empresario ha sido detenido por impedir el derecho a la huelga. Reducirlo a un problema de orden público: esa es habitualmente la consigna con que el Ejecutivo del PP afronta cualquier protesta contra sus recortes, y la huelga general de ayer no iba a ser una excepción. No sorprendió a nadie el silencio de Mariano Rajoy.
El presidente, ya se sabe, si no es de fútbol o ciclismo, no suele tener nada interesante que contar y ayer no rompió su costumbre y se guardó sus opiniones sobre la monumental protesta con que el país contestaba a sus recortes. Tampoco fue una sorpresa que el ministro Luis de Guindos, en lugar de explicar por qué no ha conseguido absolutamente ninguno de los objetivos con que viajaba al Ecofin de ayer, se limitase a suscribir que la huelga no era el camino para resolver los problemas de nuestro país. Desde luego, los sindicatos no pretendían con el paro general de ayer solucionar la crisis económica. Pretendían, y lo consiguieron ampliamente, mostrar le profundo rechazo a las medidas adoptadas por el Gobierno que, además de no resolver la crisis, la agravan y se la hacen pagar a quienes no tienen la culpa y son los más débiles. Por desaparición pública de todos los primeros espadas del Gobierno, la tarea de intentar transformar un paro masivo en una pequeña algarada correspondió a Cristina Díaz. La directora general de Política Interior repitió, a lo largo de la jornada, como un ‘mantra’ no del todo bien aprendido, que no existían incidentes reseñables y que los servicios mínimos se cumplían con normalidad. Pero a cada nueva comparecencia, elevaba en unas decenas la cifra de trabajadores detenidos, que, a última hora de ayer, y después de que pequeños grupos radicales protagonizasen algunos disturbios tras las concentraciones sindicales, se situaba en 142 detenidos, Sin embargo, y pese a las reiteradas denuncias sindicales de coacción a los trabajadores, impidiendo el libre ejercicio del derecho de huelga, no consta que la policía haya efectuado ninguna detención, ni tan siquiera ha exigido la documentación a ningún empresario de los cientos que ayer, por diferentes métodos y amenazas, impidió que sus trabajadores secundasen la huelga.
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